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Displasia de cadera en perros

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La displasia de cadera, también llamada displasia coxofemoral, es una de las enfermedades más comunes en los perros. Puede llegar a ser tan dolorosa para el perro que en estado avanzado llega incluso a incapacitarlo.

La cadera o articulación coxofemoral es la articulación que une el fémur (hueso del muslo) con el hueso de la pelvis. La cabeza del fémur tiene forma de bola y se mueve dentro de una cavidad cóncava del hueso pélvico, llamada acetábulo.

En una cadera normal, la cabeza del fémur y el acetábulo se complementan a la perfección, permitiendo un movimiento fluido y sin dolor.

En cambio, en la cadera displásica la cabeza femoral no se complemente adecuadamente con el acetábulo. En consecuencia, la cadera es laxa, inestable y débil, y tiende a luxarse parcialmente. A su vez, esto provoca dolor, dificultad en los movimientos, microfracturas, daño en el cartílago articular, deterioro muscular y puede llegar a producir la degeneración de la articulación.

Causas y factores de riesgo

La displasia coxofemoral es una enfermedad compleja ya que es causada por múltiples factores, tanto genéticos como ambientales. Aunque es hereditaria, no es congénita, ya que no se presenta desde el nacimiento sino que el perro la desarrolla a medida que crece.

Los cuatro factores que influyen en el desarrollo de displasia de cadera en perros son:

  • Predisposición genética. Aunque todavía no se han identificado los genes involucrados en la displasia, existen evidencias fuertes de que se trata de una enfermedad de carácter poligénico. Es decir que es causada por dos o más genes diferentes.
  • Crecimiento rápido y obesidad. Una alimentación inadecuada puede favorecer el desarrollo de la enfermedad. Brindarle al cachorro mucho alimento de alto contenido calórico puede conducir a un crecimiento rápido que lo predispone a sufrir displasia de cadera. La obesidad también puede favorecer el desarrollo de la enfermedad, ya sea en perros adultos como en cachorros.
  • Ejercicios inapropiados en cachorros y perros jóvenes. Los perros en crecimiento deben jugar y hacer ejercicio para liberar sus energías, desarrollar su coordinación y socializar. Sin embargo, los ejercicios que impactan las articulaciones pueden causar daños, especialmente en la etapa de crecimiento. Por eso, los saltos son desaconsejables en perros que todavía no han completado su desarrollo.

Si bien el crecimiento rápido, la obesidad y los ejercicios inapropiados pueden favorecer el desarrollo de la enfermedad, el factor crítico es el genético. Debido a esto, la enfermedad es más común en algunas razas de perros entre las que se suelen encontrar razas grandes y gigantes, tales como el san Bernardo, mastín napolitano, pastor alemán, labrador, golden retriever y rottweiler.

Algunas razas de talla media y pequeña también son muy propensas a esta enfermedad. Entre estas razas se encuentran el bulldog inglés (una de las razas más propensas a desarrollar displasia coxofemoral), el pug y los spaniel.

En cambio, en los galgos la enfermedad es casi inexistente.

De cualquier manera, hay que tomar en cuenta que al ser una enfermedad hereditaria pero influida por el ambiente, la incidencia de la misma puede variar mucho en diferentes países e incluso en un mismo país de un criador a otro. Es decir que una raza puede tener mayor predisposición a la displasia de cadera en un lugar que en otro, simplemente porque las líneas de cría y los programas de reproducción son diferentes en ambos lugares.

Por supuesto, la displasia de cadera también se presenta en perros mestizos. De hecho, las estadísticas de la Orthopedic Foundation for Animals (OFA) sugieren que la incidencia en mestizos podría ser similar a la encontrada en el pastor alemán.

Síntomas

Los síntomas suelen ser menos evidentes cuando la enfermedad empieza a desarrollarse y se hacen más intensos y evidentes a medida que el perro envejece y sus caderas se deterioran. Los síntomas son:

  • Inactividad.
  • Rechazo a jugar, subir escaleras, correr y saltar.
  • Cojera o dificultad para mover las patas posteriores.
  • Caminar con las patas traseras juntas dando pequeños «saltos de conejo» o balanceándose.
  • Cuando el perro se para tiene las patas traseras muy juntas entre sí.
  • Rigidez en la cadera y patas traseras.
  • Dolor cuando se toca o manipula la pelvis o las caderas.
  • Atrofia de los músculos de las patas traseras.
  • Crepitación (chasquido) audible proveniente de las caderas cuando el perro se levanta o cuando camina.
  • Dificultad para levantarse, especialmente en la mañana y después de un reposo muy largo.
  • Hipertrofia (aumento) de los músculos de los hombros.
  • Espalda curvada debido a que el perro intenta soportar su peso sobre las patas delanteras.

Estos síntomas pueden ser constantes o intermitentes. Además, suelen empeorar después que el perro juega o hace ejercicio físico.

Diagnóstico

Si tu perro presenta algunos de los síntomas descritos podría tener displasia de cadera y debes llevarlo al veterinario para que haga el diagnóstico correspondiente.

Durante el diagnóstico, el veterinario palpará y manipulará las caderas y la pelvis, además de solicitar una radiografía de esa zona. Además, puede pedir análisis de sangre y de orina.

El resultado de ese diagnóstico indicará si la afección es displasia de cadera u otra enfermedad.

Dado que esta enfermedad es común en muchas razas de perros, muchos clubes de raza exigen a los criadores afiliados que hagan evaluar a sus perros incluso si no presentan síntomas. Dicho diagnóstico permite ver si los perros tienen algún grado de displasia y así decidir si deben o no usarse como reproductores.

En esos casos, las radiografías se suelen hacer después del año de edad, ya que la displasia puede pasar desapercibida en perros más jóvenes. En todo caso, la edad a la que se debe hacer la radiografía (en caso que no existan síntomas) depende de cada club, siendo que algunos exigen que el perro tenga al menos un año y medio, mientras que otros exigen que el perro tenga al menos dos años.

Si no existen síntomas, el diagnóstico previo al año de edad (alrededor de los ocho meses) puede servir como referencia, pero no es tan confiable. Si resulta positivo, es decir que el perro presenta displasia, sirve para tomar medidas preventivas y retrasar el desarrollo de la enfermedad.

Ten en cuenta que el dolor y la dificultad para moverse dependen más de la inflamación y el daño a la articulación que del grado de displasia en sí mismo. Por eso, algunos perros que en el análisis radiográfico presentan displasias leves pueden sufrir mucho dolor, mientras que otros que presentan displasias severas pueden estar menos adoloridos.

Tratamiento

Aunque la displasia de cadera no tiene cura, sí existen tratamientos que permiten aliviar el dolor y mejorar la calidad de vida del perro enfermo. Estos tratamientos pueden ser médicos (no quirúrgicos) o quirúrgicos. Para decidir qué tratamiento seguir, hay que considerar la edad del perro, su tamaño, estado de salud general y grado de daño en la cadera. Por supuesto, en la toma de decisión también entran en juego la preferencia del médico veterinario y el costo de los tratamientos.

El tratamiento médico se aconseja generalmente para perros con displasias leves y para los que por diferentes motivos no pueden ser operados. Suele requerir la administración de medicamentos antiinflamatorios y analgésicos, administración de condroprotectores (medicamentos que protegen los cartílagos), restricción de ejercicios, control del peso y dieta estricta. También puede complementarse con fisioterapia, hidroterapia y masajes para aliviar el dolor en la articulación y fortalecer los músculos.

El tratamiento médico tiene la desventaja de que debe seguirse durante toda la vida del perro y que no elimina la displasia, sino que simplemente demora o detiene su desarrollo. Sin embargo, en muchos casos esto no resulta muy complicado y es suficiente para que el perro goce de una buena calidad de vida.

El tratamiento quirúrgico es recomendado cuando el tratamiento médico no da resultados o cuando el daño a la articulación es muy severo. Una de las ventajas del tratamiento quirúrgico es que una vez superado el cuidado post-operatorio no es necesario mantener un tratamiento estricto durante el resto de la vida del perro. Sin embargo, también hay que tomar en cuenta que la cirugía presenta sus propios riesgos y que algunos perros pueden presentar dolor después de la misma.

En cualquier caso la decisión del tratamiento a seguir debe ser tomada bajo el consejo del médico veterinario.

Pronóstico médico

Si la displasia de cadera no se trata, el perro sufre una vida de dolor e incapacidad. Para los perros que llegan a grados muy avanzados de displasia de cadera, la vida se convierte en una agonía muy larga.

Sin embargo, el pronóstico médico para los perros que reciben tratamiento a tiempo suele ser muy bueno. Esos perros pueden vivir vidas muy felices y saludables, aunque con algunas restricciones de dieta y ejercicio físico.

Prevención

Puesto que la displasia de cadera es una enfermedad causada por la interacción de los genes y el ambiente, la única forma real de prevenirla y erradicarla es evitando que los perros displásicos se reproduzcan.

Esta es la razón de que los pedigríes de perros de determinadas razas indiquen si el perro está libre de la enfermedad o el grado de displasia que tiene. Por ejemplo, la Federación Cinológica Internacional (FCI) usa la siguiente clasificación basada en letras, de la A hasta la E:

  • A – Normal. Libre de displasia de cadera.
  • B – Transición. Existen pequeños indicios en la radiografía, pero no son suficientes para confirmar la displasia.
  • C – Leve. Displasia leve de cadera.
  • D – Media. La radiografía muestra displasia media de cadera.
  • E – Grave. El perro presenta displasia severa.

Los perros que tienen displasias con grados C, D y E no debieran emplearse en planteles de cría, ya que es muy probable que transmitan los genes portadores de la enfermedad.

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