Año del Bicentenario, de la consolidación de nuestra Independencia, y de la conmemoración de las heroicas batallas de Junín y Ayacucho

Tu perro… ¿puede leer tu mente?

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¿Qué suele pasar cuando tienes pensado llevar a tu perro al veterinario, por ejemplo? Se esconde, desaparece de tu vista, y se hace el remolón. Pero ¿cómo puede haber sabido tus planes? ¿Es que los perros pueden leer nuestras mentes?

Parece que no. Al menos, que se sepa. Pero sí se han realizado estudios a conciencia que han demostrado otra cosa: que los canes son sumamente perceptivos con los humanos. En especial, con los que forman parte de su familia. Entienden, según las evidencias, que si ellos pueden sentir y pensar, también los seres que los rodean pueden tener esa habilidad, llegando a estados de ánimo o tomas de decisión únicas.

En verdad, a los que vivimos con perro no necesitamos ninguna evidencia científica para confirmar lo que ya sabemos, y de hecho, con mirarlos unos minutos nos damos cuenta de sus dotes para la percepción. Pero en fin, ahí van algunas muestras al respecto:

Los perros empatizan con nosotros

Aunque algunos salvajes se dediquen a torturarlos, la mayoría de humanos tiene sentimientos para con los perros, los respetan como a otras personas, los quieren. Y los perros: ¿sienten lo mismo hacia nosotros? El truco más sencillo para averiguarlo pasa por el bostezo. Puede sonar simple, pero el contagio del bostezo es fundamental para saber que empatizan con nosotros. Ese es el motivo por el que nos los contagiamos entre humanos, y por eso personas con autismo no sufren de tan curioso síntoma, pues de empatía es precisamente de lo que carecen.

De momento, si bien varios animales se contagien bostezos, sólo es entre miembros de su misma especie. El contagio humano-perro es único (o al menos, es el único que se ha podido demostrar).

Entienden nuestra visión

Otro experimento se llevó a cabo para descubrir hasta qué punto podía saber, los perros, qué veíamos los humanos, y actuar en consecuencia.

Consistía en lo siguiente:

A un extremo de la mesa se colocaba una persona, un perro al otro. En medio de la mesa, dos tablas, una transparente y la otra opaca, y tras ellas dos juguetes, de manera que el perro podía verlos desde su lado, pero el ser humano tan sólo veía el que se encontraba detrás de la tabla transparente (quedando el otro detrás de la otra).

Bien, pues cada vez que el hombre le pedía al animal que le trajera el juguete, éste escogía el que quedaba a su vista, ignorando el otro por completo. Sin embargo, si el hombre se giraba y repetía la petición sin poder ver ninguno de los juguetes, el perro escogía totalmente al azar cuál de los dos llevarle.

Es decir, que son capaces de entender que el suyo no es el único punto de vista y tomar decisiones al respecto.

Se fían de nuestro juicio

No hay aún explicación científica al respecto, tan sólo acumulación de resultados: si le pones a tu perro dos boles de comida, uno grande y uno pequeño, esperarás que escoja siempre el grande, ¿correcto? Nada más lejos de la realidad: irá a por el que tú prefieras. Además, al margen de que le guste lo que tenga en su plato, siempre que te vea comer irá a suplicarte que le des un poco. Ambos comportamientos responden a una necesidad de imitarte: busca establecer jerarquías poniéndote a ti por encima de todo, y por tanto tiene muy en cuenta tu opinión a la hora de alimentarse, porque sabe que tienes más información que él.

Sienten celos. Más o menos

Hay dos tipos de emociones: primarias (miedo, alegría, pena…) y secundarias (ansiedad, inseguridad…). Los humanos las sentimos todas. Los perros, según múltiples estudios, cuentan con al menos una de las secundarias: la envidia.

Lo hemos comprobado todos, en verdad: tienes un perrito u osito de peluche, empiezas a acariciarlo delante de tu amiguito, y este intenta meterse entre medio de los dos, arrebatarle el puesto al muñeco. Hasta puede darle un mordisco. Ahora bien: haces lo mismo con un libro, o cualquier otro objeto que no guarde similitud alguna con seres vivos, y ni se inmuta.

Muy ligado a ello se registra cierto sentido de justicia: si está solo, un perro es capaz de comportarse de un modo u otro, obedecer a según qué comandos, aunque no reciba premio alguno. Ahora bien: en compañía de otro, si el segundo recibe algo y él no, dejará de obedecer.

Tales emociones requieren conocimiento de uno mismo, empatía con el humano y con el otro perro, por saber lo que siente al recibir un premio que a él le es denegado. Interesante planteamiento, desde este punto de vista, ¿verdad?

«Ya lo pillan»

Esto ocurre, que sepamos, sólo con perros: ni siquiera los chimpancés reaccionan así. Con que señales en alguna dirección, o con siquiera focalizar tu atención en algún objeto, lo más probable es que el perro también se fije en ello. Y si reconocen el objeto, sabrán qué hacer con él.

Así que, no, nuestros animales de compañía no saben leernos la mente… pero poco les queda. Queda claro que el vínculo humano-perro es especial por la facilidad que tienen por entender nuestros sentimientos, y adelantarse a nuestros actos.

¿Y tú que opinas?

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