¿Caballo en el campo o caballo estabulado? Acondicionamiento de la cuadra
Contrariamente a lo que la gente suele pensar, y siempre y cuando los caballos tengan donde cobijarse del viento y la lluvia, estos resisten perfectamente el invierno y las temperaturas bajas. El frío no es un problema para los caballos: las bacterias del intestino les aportan su propio sistema de calefacción central al actuar con el alimento digerido.
El verano resulta más problemático
El estrés del calor en verano es un gran problema para los caballos, así como las mantas que no les permiten sudar de forma natural. Las moscas y los ácaros son una amenaza; los caballos salvajes pasan mucho tiempo intentando evitarlas.
Mientras creemos proteger a nuestros caballos del frío en invierno poniéndoles una manta o encerrándolos, en verano a menudo no les damos opción a cobijarse en el exterior. Así pues, en días calurosos de pleno verano, dejamos a la intemperie a nuestros caballos antes de irnos a trabajar, pensando que ojalá nosotros pudiésemos disfrutar del sol, mientras que ellos no tienen oportunidad alguna de protegerse del calor y de los molestos insectos. A veces, si hace fresquito a primera hora de la mañana, llegamos incluso a ponerles una manta, sin tener en cuenta que a mediodía hará un calor sofocante.
Los caballos intentan refugiarse del calor justo a esa hora. Cuando hace viento o llueve prefieren no estar cobijados dentro del establo, ya que ahí no pueden estar alerta ante posibles peligros y, además, el techo cruje mucho.
Los caballos controlan su temperatura a través del comportamiento, desplazándose a zonas frescas o cálidas según el tiempo y, fisiológicamente, sudando cuando tienen calor o levantando el pelo de su cuerpo para mantener la temperatura corporal cuando tienen frío. Como no podemos saber cuál será la temperatura exacta a lo largo del día, lo mejor es ofrecerles la oportunidad de cobijarse o no, según su antojo.