Año del Bicentenario, de la consolidación de nuestra Independencia, y de la conmemoración de las heroicas batallas de Junín y Ayacucho

Casa del Moral

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Casona solariega construida en el siglo XVIII, cuyo diseño se debe a cánones de la época, decorada con motivos de fauna y flora de la región y fuertemente impregnada con elementos antropomorfos de la cultura andina, que la convierte en una muestra perfecta de la arquitectura barroco-mestiza cuyo estilo nace en Arequipa y se extiende hasta el altiplano peruano boliviano.

En el marco de los cambios antes descritos la Casa del Moral, construida en su diseño actual a mediados del siglo XVIII por Manuel Santos de San Pedro, con las transformaciones que obligadamente impusieron los terremotos de 1784 y 1868, vivió etapas de notaria importancia y los avatares de la decadencia coyuntural como se narra en los anexos referentes a los propietarios.

Un interesante expediente del Archivo Regional de Arequipa nos indica cómo era la Casa del Moral luego del terremoto de 1868, ya que nos indica su situación en 1871.

Allí se indica que la portada se hallaba inclinada hacia la calle y la puerta de clavos era «vieja» y permitía el ingreso al zaguán donde la bóveda de calicanto estaba «averiada».

Las bóvedas de las habitaciones padecían la misma circunstancia, con algunos sillares caídos, mientras que los pisos estaban enladrillados y todos tenían alacenas, muchas de las cuales fueron transformadas en ventanas en la “reconstrucción” delos esposos Williams.

Luego del chiflón o «segundo zaguán» se encontraba el corredor de tres arcos y otro tapiado. La zona más afectada era la que daba sobre la calle San Agustín, con bóvedas caídas hasta los arranques y posiblemente la zona de los traspatios, jardines y pesebreras que liego fueron desagregadas dela propiedad de la casa.

Las construcciones del último patio eran de ripio con techumbre de madera y paja con torta de cal. En la parte de las gradas de sillar había un cuarto de “altos” que estaba caído y probablemente era utilizado como depósito como era habitual en otros ejemplos de la ciudad.

La Casa del Moral padeció etapas de su sucesivo despoblamiento hasta un hacinamiento promiscuo, cuando en pleno siglo XX era utilizada parcialmente para una herrería y en su patio pastaba una vaca que abastecía de leche cotidianamente al vecindario según relatan memoriosos arequipeños. En este contexto podemos entender el valor de la recuperación de esta excepcional obra de la arquitectura americana.

Las obras realizadas por los esposos Williams introdujeron algunas modificaciones sustanciales en la casa en cuanto la adaptaron a nuevas funciones residenciales, incorporando diversos tipos de servicios y abrieron numerosos vanos hacia el patio cambiando sustancialmente la relación entre superficie muraría cerrada y espacios abiertos.

Lo propio sucedería hacia el costado lateral que da a la calle y en elementos de servicio, transformaciones que ya se vislumbraran cuando se vendió la parte sustancial de la huerta y las pesebreras, desmembrando el conjunto de la casa de patios.

No fueron menores las intervenciones tecnológicas que eliminaron bóvedas de sillar para hacer losas planas de cemento armado y los refuerzos estructurales del mismo material integrados a los muros portantes de sillar. Las formas diferenciales de trabajo de estos materiales siempre implican un riesgo adicional en caso de movimientos sísmicos por el diverso comportamiento que ellos tienen.

Estas observaciones no significan desvalorizar el esfuerzo de una familia pionera que aseguro la recuperación de la casona del Moral en tiempos que aún se contaba con las precisiones e indicativas que abrían de formularse con la carta de Venecia recién en 1964. Así sería reconocida en su época.

La casa mantuvo sin embargo, más allá de los terremotos y reconstrucciones, lo sustancial de su valor espacial. La tamización de la luz y la sombra (que explicaba los ambientes con pocos vanos) se hacía a través de los espacios intermedios penumbrosos como los zaguanes.

El aprovechamiento de la fuerte luz solar se realza en las puntuales decoraciones ubicadas sobre los vanos, junto a los valores de un espacio excepcional, ya que el patio de la Casa del Moral pareciera ser el más amplio y generoso de cuantos perduran de la arquitectura residencial colonial, podemos señalar la presencia emblemática del árbol del Moral, cuya sombra cobijara las actividades cotidianas de la casa y cuyo carácter de hito urbano se trasladó a la toponimia callejera.

Tal fue su fuerza en el tiempo que fue capaz de borrar la memoria del autor de la casa, hoy redescubierto por la pesquisa histórica, a pesar de la ostentosa presencia de su heráldica presidiendo la portada de la casona.

En el patio, colorido por el tratamiento de sus muros y el verde de los jardines, las texturas modificadas permanentemente por la luz acompañan al secular silencio de esos espacios. Silencio de una vida que ya, desde el siglo XIX, comenzaba a realizarse externamente a la vivienda en la esfera de lo público. Silencio de casas despobladas y de un paulatino abandono de los espacios de jardinería, huerta y caballerizas.

La Casa del Moral recupera no solamente sus espacios si no también su espíritu del lugar para el recogimiento y regocijo, de valoración de lo cotidiano y lo singular de la escala de sus ámbitos y de la vigencia de sus testimonios. Recupera en definitiva un fragmento de la memoria de Arequipa.

Aquel fragmento de un tiempo histórico en el que los Arequipeños supieron hacer una de las mejores arquitecturas de nuestro continente.

  • Dirección: Calle Moral # 318 Cercado Arequipa
  • Teléfono: +51 054 285371
  • Horario de Atención: de lunes a sábado de: 9 a.m. a 5:30 p.m.

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