La esclavitud en el Perú
La esclavitud en el Perú da comienzo desde que los españoles llevaron africanos al Perú, que eran arrancados de sus hogares para hacerles trabajar a la fuerza, como esclavos, en las tierras conquistadas. Los negros fueron empleados especialmente en haciendas y hogares de familias españolas en la Costa. En las minas la mayor parte de la mano de obra era indígena.
Es muy rica la herencia africana en el Perú, como se puede apreciar en destacadas figuras de las letras, pintura, danzas, música, deporte, ciencias, gastronomía.
En agosto de 2009 el Presidente Alan García pidió perdón públicamente a la población peruana de origen africano, por los maltratos que sufrieron sus antepasados, desde la época de la conquista.
Resumen
Comienzo de la esclavitud en el Perú
Los primeros esclavos negros que llegaron al Perú lo hicieron en compañía de sus amos, generalmente personas muy acaudaladas que poseían «piezas de Ébano» como parte de sus propiedades personales.
A mediados del siglo XVI la ley tipificaba a los esclavos negros como bienes semovientes.
Si se siguiera esta definición en estricto no se podría comprender la enorme versatilidad de funciones que tuvieron los negros durante la colonia, pues estaba por demás aceptado que los negros eran seres humanos pero que habían sido creados para servir.
Desde los primeros años de la conquista la población negra aumentó rápidamente, y fueron desde un inicio enviados a las plantaciones y haciendas costeras.
También se pensó que podrían servir en las minas de Potosí o Huancavelica, sin embargo su manutención era sumamente costosa si se comparaba con lo económico que resultaba tener indígenas (cuyo número era muy superior en los Andes).
La esclavitud en el Perú fue en mayor cantidad en Lima ya que esta fue una de las ciudades con mayor cantidad de población negra en el virreinato del Perú. Inclusive su número llegó hasta equiparar e inclusive sobre pasar el número de españoles.
Esclavitud, independencia y abolición
Al llegar José de San Martín y sus tropas al Perú hacia 1820, ofreció la libertad a quienes se plegaran a su causa. Tal vez, no por casualidad, desembarcó en las playas cercanas a las prósperas haciendas esclavistas del valle de Pisco.
Muchos esclavos esta vez, a diferencia de otras ocasiones, oyeron el llamado y se plegaron al ejército libertador. Ya en el poder como Protector declaró, el 12 de agosto de 1821, la libertad de los esclavos nacidos luego del 28 de julio de 1821 y a los que se enrolasen en su ejército. Esta libertad de vientres le granjeó la amistad de unos y la enemistad de otros. La aristocracia limeña recuérdese estuvo, en su gran mayoría, renuente a los planes libertarios de San Martín. Sí creían en sus planes monárquicos más no en varias de sus medidas. Todos ellos eran grandes propietarios de esclavos. Incluso, algunos participaban del negocio de la trata.
A partir de entonces, la esclavitud en el Perú comenzó a languidecer. Restaurada en parte tiempo después, comenzó a morir fruto de la prohibición mundial de la trata. Hubo uno que otro hacendado (casos muy contados) que dio, durante los primeros años de la República, la libertad a sus esclavos. Sin embargo, el grueso de ellos incluso pedía el restablecimiento del tráfico. Muchos los perdieron en las guerras de Independencia. Otros amos (sobre todo, en la dudad) aceptaron la compra de la carta de libertad por parte del esclavo, en un proceso bien estudiado por Carlos Aguirre. En este sentido, el decreto final de abolición dado por Ramón Castilla (fines de 1854) sepultó una institución que había sido mellada no solo por los sucesos políticos de la época, sino por la acción de los propios esclavos, «agentes de su propia libertad» (Aguirre).De su vida luego de la abolición, hay mucho aún por decir y estudiar.
Los propietarios de esclavos no se resignaron al decreto de 1854, y suplieron la falta de mano de obra esclava trayendo mano de obra china al Perú. Llegaron vía contratos. Sus condiciones de vida eran iguales o peores que la de los esclavos negros. Pero esa es otra historia.