La cacatúa como pájaro de compañía
El número mayor de cacatúas que se mantienen en cautividad viene representando, de mucho, por las que se tienen como pájaros de compañía. La mayoría de las especies son apropiadas para tal fin y, con tal que se les presten los cuidados necesarios y la atención debida, pronto se domestican, muestran confianza y son altamente divertidas. Las cacatúas son muy inteligentes si se comparan con otros pájaros y a algunas especies se les puede enseñar a realizar sencillos ejercicios y repetir algunas palabras. En comparación con un perro o un gato, una cacatúa es más barata y más fácil de mantener en un espacio reducido y, por consiguiente, resulta más adecuada para un apartamento de pequeñas dimensiones (sin embargo, no conviene olvidar que es preciso tomar en consideración el factor ruido). Si una cacatúa ha de permanecer sola durante prolongado periodos de tiempo todos los días, entonces no debe adquirirse. Debe tenerse en cuenta que son de carácter gregario por propia naturaleza y que como consecuencia de su elevado nivel de inteligencia es probable que se aburran o que languidezcan bajo tales condiciones, lo cual con frecuencia se traduce en hábitos desagradables como por ejemplo arrancarse las plumas. Una cacatúa debe ser considerada como un compañero que requiere un grado elevado de atención.
Resumen
Elección de una cacatúa de compañía
Al proceder a la elección de una cacatúa de compañía, más importante que la especie, es encontrar un ejemplar que sea muy joven, preferiblemente uno que haya acabado de abandonar el nido. Una elección todavía mejor es la de aquella que haya sido criada a mano, pues esta clase de pájaros no sienten temor de las personas y son los más apropiados para la domesticación y el adiestramiento. Sin embargo, ello no obsta para que algunos ejemplares de mayor edad se adapten bien y se domestiquen si se les trata de un modo afable y con cariño. En algunos de los países en que las cacatúas viven en estado silvestre, se capturan los polluelos cuando todavía no están plenamente desarrollados y se crían a mano antes de exportarlos a los establecimientos de animales de compañía de todo el mundo. Aun cuando relativamente caros, los ejemplares criados a mano suponen, sin duda alguna, la mejor apuesta para quienes buscan una cacatúa que idealmente deberá convertirse en un pájaro apreciado, divertido, domesticado y hablador. Teniendo en cuenta el hecho de que las cacatúas viven largo tiempo, resulta mucho más satisfactorio esperar a que esté disponible una de edad conocida en lugar de decidirse por la primera que se vea y ello por muy fuerte que sea la tentación en aquel momento.
Adaptación y domesticación
Después de adquirir una joven cacatúa, ésta deberá instalarse en su jaula y dejar que tranquilamente se adapte a su nuevo entorno. Siempre que sea posible, la comida ofrecida deberá ser similar a la que se le proporcionaba en su anterior hogar. Es importante, en estas primeras etapas, molestar al pájaro lo menos posible. No lo asustemos con movimientos repentinos, no permitamos que los niños se le acerquen y le griten, mantengamos a otros animales domésticos alejados de él y no invitemos a todos nuestros amigos y vecinos para que vengan a admirarlo hasta que esté completamente habituado a su nuevo emplazamiento. Cuidemos de que coma adecuadamente, ya que algunas veces pueden surgir dificultades tratándose de ejemplares que han sido criados a mano y no han sido emancipados de forma completa. En tales casos puede resultar necesario seguir con la cría a mano durante algún tiempo.
No existen técnicas de carácter rígido para la domesticación de una cacatúa salvo que el proceso debe ser llevado a cabo con paciencia, amor y afabilidad. Las tácticas bruscas sólo conseguirán que un pájaro se muestre más nervioso. En primer lugar debe fomentarse la aceptación de pequeños bocados bajo forma de fruta o frutos secos introduciéndolos a través de los barrotes de la jaula. Es posible que el joven pájaro el rechace al principio pero con paciencia pronto comenzará a cogerlos. El paso siguiente consiste en ofrecer los bocados en el interior de la jaula. Aun cuando es un hecho cierto el que las cacatúas pueden propinar desagradables mordiscos con sus poderosos picos también lo es que raramente lo hacen a menos que se les reprima físicamente. A la mayoría de cacatúas les disgusta que las cojan y debemos adiestrar la nuestra para que se pose en nuestro brazo o en nuestro hombro por propia voluntad.
Después de que ya tome satisfactoriamente los bocados de nuestra mano, podemos intentar acariciarla. Unos movimientos lentos y prudentes contribuirán a vencer su nerviosismo y en ningún caso deberá retirarse la mano con un movimiento rápido. Podemos rascarle suavemente el pecho con el dedo, presionando delicadamente entre las plumas como si se las alisáramos (del mismo modo que de forma natural lo hacen las cacatúas entre sí). Si el pájaro se mantiene como angustiado o nervioso no deberemos proseguir, sino esperar hasta el día siguiente para repetir el proceso. Transcurridos unos pocos días el pájaro comenzará a darse cuenta de que no intentamos causarle ningún daño y nos permitirá rascarle en la mayor parte de su cuerpo, levantando incluso sus alas o su penacho para que podamos hacerlo en los laterales de su cuerpo o en la parte superior de la cabeza.
La mayoría de jaulas para cacatúas son demasiado pequeñas para que en ellas permanezcan con carácter permanente y por tal motivo es preciso que se les permita salir para ejercitar sus músculos, preferiblemente todos los días. Constituye una buena idea disponer de una percha “T” además de la jaula y si el travesaño horizontal de la misma es separable de la barra vertical podemos incitar al pájaro para que se pose en él para sacarlo de la jaula. Si ello no es posible, podemos valernos entonces de un par de gruesos guantes de cuero e instigarle para que se pose en nuestra mano. Destaquemos por otra parte que los guantes son necesarios para protegernos contra los picotazos si por algún motivo tuviéramos que sujetarlo.
La mano enguantada deberá extenderse lentamente hacia la percha hasta entrar en contacto con los pies del pájaro, los cuales acariciaremos suavemente, siendo posible el que debamos repetir esta operación varias veces hasta que se acostumbre a ello. Después se le estimulará gradualmente para que aferre nuestros dedos enguantados presionando con ellos la parte inferior del pecho. Al principio puede ocurrir que aferre valiéndose únicamente de un pie y que lo retire acto seguido al darse cuenta de lo que está sucediendo. Finalmente acabará posándose en nuestra mano y cuando esto ocurra podremos sacarlo lentamente del interior de la jaula.
Es mejor que las remeras de una de las alas hayan sido recortadas desde un principio al objeto de que no vuele en todas direcciones preso del pánico y acabe herido causando al mismo tiempo desperfectos en el mobiliario. Dicho recorte, sin embargo, debe ser llevado a cabo por un avicultor experimentado, nuestro proveedor habitual o un veterinario.
Una vez fuera de la jaula, el pájaro puede ser incitado a posarse en nuestro hombro. Durante las sesiones de adiestramiento, el hablar animal con voz suave conducirá a darle seguridad y, por consiguiente, a no ser presa del pánico. Podemos colocarlo sobre una percha “T” o el respaldo de una silla. A este respecto cabe señalar que muchos tienen un lugar favorito en el que se posan cuando se les deja en libertad dentro de una habitación y que se dirigirán directamente a él tan pronto como se les permita salir de la jaula.
Las cacatúas a menudo parecen gozar permaneciendo en una posición dada y posadas durante horas sobre el respaldo de una silla o en un punto similar mostrando gran interés en lo que hace la familia. Para proteger nuestra alfombra de las deposiciones podemos extender una hoja de papel de periódico debajo de su percha. En un momento dado nuestra cacatúa perderá todo el temor que hayamos podido infundirle y se posará en nuestro brazo o en el hombro según sea lo que prefiramos. Incluso puede ocurrir que acuda a nuestra llamada, en especial si va acompañada del ofrecimiento de un bocado de algo que le guste.
Cuando dejemos en libertad a un pájaro dentro de una habitación deberemos estar seguros de que podremos mantenerlo bajo vigilancia durante todo el tiempo. No sólo puede resultar muy destructivo para nuestro mobiliario, sino que es posible que ponga en peligro su propia vida mordisqueando cables eléctricos conectados (el de la TV, por ejemplo) o comiéndose algunas de las plantas de interior potencialmente tóxicas o también algún otro producto. Asegurémonos de que todas las puertas y ventanas se encuentran cerradas para evitar cualquier huida y mantengamos todos los demás animales domésticos, tales como perros y gatos, fuera de la habitación. Las ventanas es mejor cubrirlas con cortinas reticulares para evitar que el pájaro intente volar a través del cristal y se lesione como consecuencia de ello.
Enseñar a hablar
La mayoría de cacatúas son capaces de aprender a repetir palabras. No obstante, algunas parecen mejor dotadas que otras y es en gran medida una cuestión de suerte, combinada con la paciencia del poseedor, determinar cuántas palabras y expresiones constituirán eventualmente su vocabulario. Se dice que los machos son unos imitadores mucho mejores que las hembras, pero éste no es siempre el caso y algunas de éstas consiguen desarrollar amplios vocabularios. Sea como fuere, si adquirimos un ejemplar joven, resulta con frecuencia muy difícil distinguir el sexo y se ha dado el caso de que muchas cacatúas habladoras “macho” han sorprendido a su dueño ¡poniendo de improviso un huevo!
Tener éxito en enseñar a una cacatúa a hablar es, en gran medida, una cuestión de repetición. A este fin es mejor comenzar con una sola palabra o expresión y esperar hasta que el pájaro esté familiarizado con ella antes de pasar a la siguiente. Si así no procedemos es probable que se muestre confuso y que todo cuanto diga resulte embrollado. Una palabra ideal para comenzar es su nombre y para eso lo mejor es elegir una palabra que sea breve y clara, como por ejemplo “Billy” o “Charlie” o “Chico”. Muchas personas llaman “Cocky” a su cacatúa, pero por favor tratemos de ser un poco más originales. Podemos empezar a enseñarle a hablar incluso a partir del instante en que se familiariza con nuestro dedo. Repitamos pues su nombre de forma lenta y comprensible cada vez que nos acerquemos a él; transcurrida una semana aproximadamente habrá aprendido a repetirlo. Algunos pájaros aprenden con mayor rapidez que otros y, por consiguiente, no debemos sentirnos desanimados si no obtenemos unos resultados inmediatos. Tan pronto como haya aprendido su nombre podemos comenzar enseñándole otras expresiones. La asociación de palabras constituye un método útil para conseguir que nuestra cacatúa diga lo apropiado. Por ejemplo, cuando corramos las cortinas después de haber oscurecido digamos “buenas noches” y cuando las descorramos por la mañana repitamos la expresión “buenos días”. Con este proceder el pájaro pronto aprenderá a decirlo también. Obrando de este modo se puede formar gradualmente un vocabulario, siempre y cuando las expresiones aprendidas se repitan de forma continuada. Algunas firmas especializadas han lanzado al mercado cintas magnetofónicas cuyo propósito es enseñar a hablar a los loros y las cacatúas, pero resultan generalmente de escasa utilidad a menos que el dueño del pájaro esté presente para reforzar las lecciones impartidas.
Enseñanza de ejercicios diversos
Con paciencia resulta posible adiestrar a una cacatúa para que realice ejercicios sencillos. La mayoría de personas han visto cacatúas “circenses” que montan sobre pequeñas bicicletas, utilizan pequeños patines de ruedas y caminan sobre la cuerda floja. Un buen ejercicio que puede enseñarse a una cacatúa es el de recoger objetos, como por ejemplo monedas, y colocarlos dentro de un recipiente. Algunos ejemplares se les puede enseñar a silbar alguna melodía y al mismo tiempo “seguir el ritmo” con uno de sus pies. Los ejercicios deben enseñarse con afabilidad, paciencia y recompensando con bocados diversos, nunca a través de la imposición y el castigo. Un pájaro al que se intenta forzar a que lleve a cabo algo o al que se aplica un castigo, simplemente se asustará y se pondrá nervioso y el resultado será que no aprenderá nada.