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Problemas de comportamiento compulsivo en perros y gatos

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Trastornos compulsivos

Por trastorno compulsivo se entiende un comportamiento exagerado, una repetición excesiva de un deje o un gesto que en un principio podría parecer normal. Puede parecer normal que un perro se lama, pero no lo es que lo haga sin parar, fuera de sí. De hecho, uno de los principales trastornos es precisamente ese, un lamido exagerado que puede devenir en problemas de dermatitis (con diferentes niveles de lesión cutánea), principalmente en las patas.

Girar en círculos persiguiéndose la cola, perseguir luces, sombras o insectos, y morderse con mayor o menor intensidad son otras de las pistas más habituales de trastornos en perros, mientras que a los gatos se les atribuye un exceso de lametones, la masticación de plásticos o tejidos, la alopecia psicogénica o una sensibilidad y cansancios excesivos.

Causas

¿Qué factores causan esta clase de trastornos? Pregunta obligada que encuentra respuesta en varios frentes.

Las conductas compulsivas las pueden causar desde factores genéticos a cambios físicos o psicológicos. Todo lo que pueda significar estrés, frustración o miedo (una mudanza, un aumento de la familia, la muerte de un ser querido para él…) puede desembocar en tales problemas.

Pero también pueden deberse a un castigo inadecuado, cuando el responsable de la mascota trata de solucionar un problema empleando medidas físicas o bozales, collares y demás métodos coercitivos, contraindicados por la gran mayoría de profesionales.

El hombre también puede ser culpable de tales trastornos si desteta demasiado pronto a su mascota, o bien si le somete a traumas cuando aún es demasiado cachorro.

Falta de estimulación ambiental, poca interacción con humanos (la conducta puede devenir de un intento repetido por llamar la atención) u otros animales, o el potenciamiento de un comportamiento incorrecto, también son determinantes en el desencadenamiento de dichos trastornos.

Prevención

Si nuestra mascota acaba adoptando una conducta compulsiva, su tratamiento es largo, costoso, y en ocasiones, no del todo fructuoso. Es posible que los tics perduren durante el resto de su vida, y por ese motivo, lo mejor es no arriesgarse y prevenir. Prevenir mediante una correcta sociabilización desde cachorro o gatito, y sobre todo, reduciendo en medida de lo posible una vida de estrés, mediante un día a día completo y saludable, que lo estimule y nos haga disfrutar, a animal y dueño, de una relación positiva y sin sobresaltos.

Tratamiento

Cuando percibamos un comportamiento extraño en nuestra mascota, es obligatorio acudir al veterinario para que nos informe de la situación y nos diga qué hacer. Generalmente, las medidas a adoptar a partir de entonces pasan por concienciar a todos los miembros de la familia del problema y tratar de ayudar al animal mejorando su hábitat, haciéndole hacer más ejercicio, jugando con él y adquiriendo juguetes que puedan estimularle, y sociabilizándole con otras mascotas. Además, claro, de técnicas más específicas como el estímulo disruptivo, el contracondicionamiento, y otras técnicas cognitivas (desde juegos concretos a ejercicios de agility) a tratar con especialistas.

Por otra parte, todas estas técnicas conductuales se combinan con el empleo de algunos fármacos (antidepresivos, por ejemplo) o de feromonas apaciguadoras. Por supuesto, todo ello debe ser recetado por el veterinario, que tiene que acompañarlo del mayor número de indicaciones posible, para evitar reacciones indeseadas o problemas por el uso y/o combinación indebidos.

Sea como sea, volvemos a insistir en que no hay mejor cura que la prevención: hay que dedicarle todo el tiempo que sea necesario a nuestra mascota. Siendo ella feliz, se evitarán muchos problemas de conducta.

¿Y tú que opinas?

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