Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana
La Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana o Guerra de la Confederación fue el enfrentamiento bélico ocurrido desde 1836 hasta 1839 entre la Confederación Perú-Boliviana y la coalición formada por la República de Chile y los peruanos contrarios a la Confederación.
En los inicios de la Confederación, fuerzas peruanas al mando de Felipe Santiago Salaverry se enfrentaron a las fuerzas confederadas, durante la Guerra entre Salaverry y Santa Cruz que terminó con la derrota y fusilamiento de Salaverry. Posteriormente, la Confederación Perú-Boliviana se enfrentaría a la Confederación Argentina, dirigida por Juan Manuel de Rosas, por la disputa de territorios en el altiplano. Temporalmente, el ejército de Andrés de Santa Cruz logró prevalecer.
La Confederación Perú-Boliviana se enfrentaría con la República de Chile y los peruanos contrarios a la Confederación que deseaban la reunificación del Perú y la expulsión de Santa Cruz del poder, los que terminarían por derrotar a los confederados luego de batallas que se libraron principalmente en los territorios del actual Perú.
La Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana terminaría con la victoria de las tropas del Ejército Unido Restaurador, conformado por chilenos y peruanos restauradores, determinando la disolución de la Confederación Perú-Boliviana y el fin del gobierno de Andrés de Santa Cruz en Bolivia.
Resumen
Ideas sobre la unión entre Perú y Bolivia
El proyecto de una Federación o Confederación entre los antiguos Alto Perú y Bajo Perú se mantuvo latente durante los primeros años de vida independiente en cada república. De esta manera, líderes de la independencia como Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra favorecían estas ideas, siendo la principal diferencia entre ambos el control político de la unión. Santa Cruz proponía una Confederación Perú-Boliviana de tres estados y Gamarra la creación de un sólo estado, integrando Bolivia al Perú.
Las ideas de unión tenían un amplio respaldo en el sur del Perú, dados los importantes lazos económicos y políticos que unían a esta región del Perú con Bolivia. Arequipa y Cuzco, interesadas en romper el liderazgo político de Lima en los primeros años de la república, eran las ciudades que se mostraban más inclinadas hacia el proyecto de Confederación.
Sin embargo, en el norte del Perú, estas ideas fueron recibidas con bastante hostilidad, al ser Chile uno de sus más importantes socios económicos. Las élites del norte del Perú, de Lima y de Santiago se oponían al proyecto de Santa Cruz.
El 17 de mayo la asamblea de Sicuani proclama el estado Sud Peruano. El 11 de agosto la asamblea de Huaura proclama el estado Nor Peruano. El 1 de mayo de 1837 se realiza el pacto de Tacna para promulgar la Confederación. Estos nunca fueron ratificados.
Guerra y establecimiento de la Confederación Perú-Boliviana
Gamarra se enfureció con el giro tomado por Santa Cruz, hasta hacía poco su aliado, y por su parte se alió con Salaverry para hacer frente a la invasión boliviana, siendo el primero en salir en campaña. Pero Santa Cruz lo derrotó en la batalla de Yanacocha (13 de agosto de 1835). Gamarra fue tomado prisionero y deportado. Quedaron entonces frente a frente Santa Cruz y Salaverry.
Santa Cruz y Orbegoso se pusieron de acuerdo sobre la estrategia a seguir: el primero, al mando del ejército boliviano, iría contra Salaverry, quien avanzaba hacia Arequipa; y el segundo marcharía a Lima con las fuerzas peruanas, precedida por las avanzadas del ejército santacrucista.
En Lima, los bandoleros, aprovechando la situación, se dedicaban al saqueo y al asesinato; el general Francisco Vidal, al mando de la Guardia Nacional ocupó Lima y fusiló al bandolero León Escobar (30 de diciembre de 1835); luego devolvió el poder a Orbegoso, quien ingresó triunfalmente en Lima, por tercera vez y sin haber combatido (8 de enero de 1836).
A pesar de que el mandato de dos años que el Congreso le había conferido en 1833 ya había vencido, Orbegoso volvió a ejercer el poder por algún tiempo más. En ese lapso emprendió campañas de pacificación en el norte y centro del país, relativamente fáciles.
Mientras tanto, en el sur, Santa Cruz derrotaba a Salaverry en la sangrienta batalla de Socabaya (7 de febrero de 1836). Salaverry fue apresado y fusilado en Arequipa, y Santa Cruz con amplios poderes pudo al fin empezar a edificar la Confederación Perú-Boliviana.
El 9 de mayo de 1837 la Confederación fue oficialmente promulgada por los representantes de las tres regiones en el Congreso de Tacna, antecedida por las pertinentes decisiones de dividir el Perú en dos estados y aunársele la República de Bolivia. Ese mismo día, Santa Cruz tomó el poder como Supremo Protector de la Confederación Perú-Boliviana, quedando Orbegoso como presidente del Estado Nor-Peruano que se crearía. Santa Cruz estableció como sede de gobierno el Palacio de descanso del Virrey Pezuela, en Lima.
En Perú y Bolivia hubo un cierto descontento por las medidas administrativas de cómo se iba a conformar la Confederación demorándose la ratificación de acuerdos. En Bolivia un congreso rechazó sumarse a la Confederación y luego de varias reuniones esta se unió recién el 3 de mayo de 1838.
Desarrollo de la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana
Declaración de Guerra
El congreso chileno envió a Mariano Egaña con poderes plenipotenciarios para negociar con el Protector Santa Cruz la firma de un «Tratado de Paz» y terminar las disputas entre ambas naciones.
El 30 de octubre Egaña llega al Callao junto a las naves Aquiles, Colo-Colo, Valparaiso, Monteagudo y Orbegoso. Blanco Encalada era el comandante general de la escuadra.
Egaña presentó los siguientes temas en la negociación:
- El pago de las deudas de la expedición libertadora en el Perú y del empréstito adeudado a Chile.
- La limitación de las tropas confederadas.
- Acuerdos comerciales entre ambas naciones y el fin a la guerra comercial entre Valparaíso y El Callao.
- Indemnización por la incursión de Freire, de la que se hacía responsable el Gobierno Confederado.
- Separación del Perú y Bolivia.
Andrés de Santa Cruz estuvo de acuerdo con los temas comerciales, y en contra de la disolución de la confederación. Las negociaciones concluyeron en fracaso. En Chile, con sólo dos votos en contra (siendo uno el de Andrés Bello) en el Consejo de Estado, Chile declaró la Guerra a la Confederación el 28 de diciembre de 1836, contando con el apoyo de peruanos independentistas quienes se comprometieron a pagar el servicio prestado por el ejército chileno en las campañas restauradoras.
Motín de Quillota
El contexto internacional no era favorable para los enemigos de la Confederación. Santa Cruz contaba con apoyo internacional de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, mientras que Ecuador no se atrevió a intervenir. Por otra parte, la intervención de Chile tuvo una mala acogida en su opinión pública, pues no se comprendían las razones del enfrentamiento.
El gobierno chileno estableció estado de sitio y dotó de facultades extraordinarias al Poder Ejecutivo para actuar autoritariamente. En 1837 se promulgó la Ley de los Consejos de Guerra, tribunales que se regían por el severo código militar y que carecían del recurso de apelación. La oposición liberal acusó a Portales de autoritario, al tiempo que se desplegaba contra él y la guerra una intensa campaña en la prensa.
La tensión política y la oposición general a la contienda se trasladaron al ejército. José Antonio Vidaurre, jefe del Regimiento Maipo acantonado en Quillota, apresó a Portales cuando éste pasaba revista a los soldados. Las tropas sublevadas se dirigieron a Valparaíso con el fin de apoderarse de esta plaza, pero Manuel Blanco Encalada movilizó a la infantería de línea, alertó a la Escuadra y con la valiosa ayuda del general peruano Ramón Castilla y sus tropas de caballería, también acantonadas en Quillota, se dio el encuentro de la Cabrería y se derrotó a los sublevados, condenando a muerte a sus jefes y oficiales por la rebelión. Mientras tanto, en la retaguardia de los sublevados, el capitán Santiago Florín intentó hacer fusilar a Portales, pero un grupo de soldados enviados por Blanco Encalada intervino a tiempo y rescato al Ministro, quien solo resulto herido en el hombro. Tras el aplacamiento de la rebelión, la población se consterno ante los hechos y la popularidad de Portales aumentó fuertemente, convirtiéndolo en un verdadero icono en vida.
Frente en Argentina
Las relaciones entre la Confederación Perú-Boliviana y la Confederación Argentina se habían deteriorado, entre otras razones por el apoyo de Santa Cruz a grupos unitarios que realizaron al menos cuatro incursiones desde el sur de Bolivia a las provincias del norte argentino en los años previos a la guerra.
El 16 de mayo de 1837 el Gobernador de Buenos Aires y encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, Juan Manuel de Rosas, designó a Alejandro Heredia como «General en Jefe del Ejército Argentino Confederado de Operaciones contra el tirano General Santa Cruz». Previamente, el 13 de febrero, había declarado cerrada toda comunicación comercial, epistolar y de cualquier género entre los habitantes de la República Argentina y los de Perú y Bolivia, declarando «traidor a la patria» a cualquiera que cruzara la frontera hacia esos países.
El 19 de mayo de 1837 Rosas declaró que «la Confederación Argentina está en guerra con el gobierno de Santa Cruz, y sus sostenedores».
Aunque Rosas le envió a Heredia 500 tercerolas y carabinas, 900 fusiles, 700 sables, 3.500 piedras de fusil y unos 54.500 cartuchos, no lo apoyó efectivamente, quedando el norte argentino vulnerable a los ataques de las fuerzas de Santa Cruz. Aprovechando la inactividad de Heredia, el general alemán Otto Philipp Braun, comandante del frente boliviano, concentró sus tropas en Tupiza y a fines de agosto de 1837 ingresó en la provincia de Jujuy. El 28 de agosto de 1837 unos 100 soldados bolivianos ocuparon las aldeas de La Quiaca y Cochinoca. Otra columna ocupó las aldeas de Santa Victoria e Iruya, reuniéndose ambas columnas el 11 de septiembre en la quebrada de Humahuaca. El 12 de septiembre Felipe Heredia con unos 400 soldados logró derrotar a los peruano-bolivianos en el combate de Humahuaca o de la Herradura y al día siguiente se produjo el combate de Santa Bárbara, recuperando esta población. El 11 de diciembre el capitán Aramayo logró una victoria en el combate de Vicuñay cerca de Tres Cruces, siendo este el ultimo combate en el frente argentino, debido a los eventos posteriores en Yungay, Perú, que marcaron el fin de la guerra.
Expedición Restauradora al Perú
En los meses siguientes al Motín de Quillota, las Fuerzas Armadas Chilenas bajo el férreo liderazgo del ministro Diego Portales, emprendieron la formación de un ejército para enfrentar la guerra contra la Confederación. Junto a la colaboración de opositores a Santa Cruz como Agustín Gamarra, se logró la creación de un gran cuerpo militar de cerca de 6.000 hombres, que incluía a soldados rebeldes peruanos, y cuya única misión era la disolución de la Confederación y la consecuente liberación del Perú: El Ejercito Restaurador Unido.
El 19 de septiembre, tras terminar los preparativos una semana antes, el Ejercito Restaurador parte rumbo al Perú, comandado por el General Blanco Encalada, segundo de Manuel Bulnes y Roberto Simpson. Las fuerzas llegan el 4 de octubre a las costas sur del Perú, y desembarcan en Camaná donde se enfrentan a las defensas confederadas del lugar, a las cuales derrotan tras algunas horas de lucha.
Mientras las tropas restauradoras se hacen con el control de las zonas cercanas, el día 10 de octubre la Armada Confederada llega desde el norte e intenta sorprender a la Flota Chilena cerca de Islay, pero falla, y dos de sus buques resultan capturados al intentar huir. Tras esta victoria, el Ejercito Restaurador emprende la marcha hacia Arequipa unos días después, logrando capturar la ciudad para el 22 de octubre, cuando las tropas confederadas abandonan el sitio y se mueven unos kilómetros al norte, obligando a los chilenos a seguirles. Tres días después, en la localidad de Paucarparta tiene lugar finalmente el enfrentamiento entre Blanco Encalada y Santa Cruz. Los Confederados comienzan ganando, pero tras varias horas de duros combates, los restauradores logran cambiar la marea y fuerzan a las fuerzas de Santa Cruz a retirarse vencidas. Sin embargo, pese al triunfo, Blanco Encalada es herido en el campo de batalla, por lo que abandona la dirección de las tropas, siendo reemplazado el General Bulnes, quien sin demora organiza el avance de las tropas hacia Lima por tierra, debido a que en el mar ninguna de las armadas rivales logra imponerse aun a la otra, produciéndose solo escaramuzas hasta diciembre.
El Ejercito Restaurador demoro casi tres semanas de cruzar el territorio sur-peruano hasta alcanzar las proximidades de Lima. Sin embargo, en ese lugar, una fuerza cercana a los 2.700 hombres al mando del General Confederado Orbegoso estaba esperando a los 2.200 soldados comandados por Bulnes. La batalla de Portada de Guías comenzó al mediodía con una exitosa ofensiva chilena por el flanco derecha dirigida por el Coronel de la Cruz, seguida de un contraataque del confederado Nieto. La lucha fuera dura, pero para el atardecer del 17 de noviembre, las fuerzas chilenas ya se habían impuesto claramente, lo que les permitió entrar a Lima ese mismo día. Con la estratégica toma de Lima, los opositores peruanos a Santa Cruz comenzaron los preparativos para restaurar al Estado Peruano, nombrando como Presidente Provisional al General Agustín Gamarra. Por otro lado, la derrota obligo al Ejercito Confederado a abandonar Lima en dirección noreste, donde Santa Cruz busco reorganizar a sus tropas para contratacar. Fue así que entre el 25 de noviembre y el 7 de diciembre se sucedieron combates en Matucana y Buin entre ambos ejércitos, si bien ninguno de los enfrentamientos arrojaron un resultado decisivo para terminar con la guerra.
En el océano, por otro lado, la guerra se definió definitivamente el 9 de diciembre, con el Combate Naval de Casma, ocasión en que corsarios franceses comandados por el capitán Blanchet y que luchaban por la Confederación fueron derrotados por la Armada de Chile, guiada por el capitán Roberto Simpson, lo que significó el dominio chileno de las costas.
Batalla de Yungay: El Fin de la Confederación
Luego del triunfo chileno en el mar, el Ejército Restaurador se dispuso a terminar de una vez con la guerra, enfrentando al Ejercito Confederado de Santa Cruz en un combate decisivo, lo cual ocurrió en diciembre de 1837, con la Batalla de Yungay. En esta lid, las tropas de la Confederación esperaban resistir la ofensiva enemiga parapetadas en el cerro Pan de Azúcar, finalmente sin éxito y con un alto costo en vidas humanas. Tras esta victoria, el congreso reunido en Huancayo, el 15 de enero de 1838, ratifico como Presidente provisional del Perú al General Agustín Gamarra. A su vez, éste nombro al General chileno Manuel Bulnes Prieto como Gran Mariscal de Ancash. Con este resultado la Confederación quedó desintegrada, y la guerra finalizo.
Consecuencias
La derrota significó la desintegración de la Confederación y el exilio de Santa Cruz en Guayaquil, Ecuador. Sin embargo, Gamarra prosiguió con su proyecto de unificación y es así como sucede la Guerra entre Perú y Bolivia. La derrota del ejército de Gamarra en Ingaví en 1841 hizo que las tropas bolivianas del general José Ballivián ocuparan el territorio peruano hasta Tarapacá. No obstante, al no contar los bolivianos con tropas suficientes para poder mantener una ocupación prolongada y tras sufrir varias derrotas, ambos contendientes se avinieron a firmar una paz en 1842, previa mediación del Ministro Plenipotenciario peruano José Antonio de Lavalle.
Epílogo
El gobierno del Perú pagó al gobierno de Chile la deuda contraída por el servicio prestado por el ejército chileno en la campaña restauradora, así como reconoció las acciones de los oficiales de Chile otorgándoles premios y condecoraciones del ejército del Perú.
El Ejército de Chile estaría acantonado en el Perú para evitar alzamientos contra el nuevo gobierno hasta octubre de 1839.
Los oficiales peruanos que sirvieron al ejército de la Confederación fueron retirados de la lista de militares del Perú, entre ellos se encontraban los mariscales Guillermo Miller, Mariano Necochea, José de la Riva Agüero, Blas Cerdeña; los generales de división Francisco de Paula Otero, Luis José de Orbegoso, Domingo Nieto y los generales de brigada Manuel Aparicio, José Rivadeneira, Juan Pardo de Zela, Domingo Tristán y Pedro Bermúdez.
El triunfo en la Batalla de Yungay es recordado por el Ejército de Chile con el Himno de Yungay, y en el Perú con la creación del Departamento de Ancash (zona donde se realizó la Batalla de Yungay), reemplazando al antiguo Departamento de Huaylas.
La Batalla de Yungay no tiene en la memoria histórica del Perú la misma importancia que tiene en Chile. Mientras en este último país se la recuerda como un hito fundacional de la nación chilena, en el Perú no se conmemora oficialmente, ya que las guerras de la confederación se vivieron más como una guerra civil que como una guerra externa.
Existen versiones encontradas al respecto en la historiografía peruana, hay quienes lamentan la derrota de la confederación, porque se perdió la oportunidad que el Perú fuera un país reconciliado con sus raíces andinas (representadas por la alianza con el Alto Perú), y hay quienes consideran que el «invasor» fue Bolivia (minimizando el papel de la intervención de Chile).
Esto se debe, en parte, a que el Perú estaba profundamente dividido durante la época de la confederación. La élite costeña que gobernaba el Perú desde Lima –militarmente representada por el caudillo cuzqueño Agustín Gamarra– vio en el proyecto confederado una amenaza a su alianza económica con Chile, la que mantenía a través de un comercio por el Océano Pacífico. Las elites costeñas de Lima y el norte del Perú veían con agrado el apoyo de Chile (país que tenía sus propios intereses para intervenir en el conflicto, ver doctrina Portales). Por otro lado estaban las élites de la sierra y costa sur peruana, vinculadas cultural y económicamente con el Alto Perú desde la colonia, en donde el proyecto de la Confederación Perú-Boliviana era respaldado.
Esta toma de partidos no estaba exenta de prejuicios racistas, como los poemas satíricos del escritor peruano Felipe Pardo y Aliaga contra «el indio Santa Cruz» y «el cholo Santa Cruz», jefe e ideólogo de la Confederación Perú-Boliviana, a quien Pardo llegó a llamar el «Alejandro Guanaco» (en alusión a Alejandro Magno y a un auquénido típico de los Andes) y el «conquistador ridículo».
La historiografía boliviana recuerda la Confederación Perú-Boliviana como una época de máximo apogeo.