Guerra civil peruana de 1894-1895
La guerra civil peruana de 1894-1895, también conocida como la revolución civil de 1894-1895, tuvo su origen en el alzamiento popular y civil contra el segundo gobierno del general Andrés Avelino Cáceres, que fue encabezado por el caudillo civil Nicolás de Piérola.
Resumen
Antecedentes
Tras la desastrosa Guerra del Pacífico, se inició en el Perú la llamada Reconstrucción Nacional. En el orden político se produjo la aparición del Segundo Militarismo, o militarismo después de la derrota, con los generales Miguel Iglesias y Andrés Avelino Cáceres, que se disputaron el poder. Iglesias ocupó el poder en 1883 y firmó la paz con Chile ese mismo año, pero enfrentó la revolución encabezada por Cáceres, que triunfó en 1885. Esta fue la primera guerra civil peruana después de la derrota con Chile. Se instauró un gobierno provisorio, encabezado por el Consejo de Ministros, que convocó a elecciones en las que triunfó Cáceres al frente de su partido, el Constitucional. Su gobierno culminó en 1890, pero su influencia en el poder se mantuvo en los años siguientes, pues su sucesor, el coronel Remigio Morales Bermúdez, pertenecía a las filas de su partido.
Finalizando ya el periodo de Morales Bermúdez, Cáceres preparó su reelección, contando con el apoyo visible del gobierno. Pero entonces falleció súbitamente Morales Bermúdez, el 1 de abril de 1894, y no obstante corresponderle constitucionalmente el mandato a Pedro Alejandrino del Solar en su calidad de primer vicepresidente, asumió el segundo vicepresidente, coronel Justiniano Borgoño, acérrimo cacerista, eliminándose así cualquier escollo que pudiera interponerse en la vuelta del general Cáceres a la presidencia del Perú. Transgrediendo la Constitución, el gobierno de Borgoño disolvió el Congreso y convocó a elecciones con la única candidatura de Cáceres, quien como era de esperar triunfó e inauguró su segundo gobierno, el 10 de agosto de 1894. Este gobierno carecía de legitimidad y popularidad, por lo que estalló el descontento popular.
Ataque de Piérola sobre Lima
El 17 de marzo de 1895, Nicolás de Piérola entró en Lima y da inicio a una sangrienta lucha de dos días que cobró más de mil víctimas, alrededor de 2500 personas. Diplomáticos extranjeros y los buenos oficios de la Iglesia logran que Cáceres pacte con Piérola. Cáceres acepta dejar el poder y la formación de un gobierno provisional. Se convocó a nuevas elecciones en la que Piérola fue candidato y salió victorioso por recibir el apoyo de los civilistas, quienes buscaban impedir la vuelta al poder de los militares. Se inicia un gobierno constitucional de cuatro años denominado La República Aristocrática. Cabe indicar que este periodo se caracteriza por la formación de diversos partidos políticos. Así, el ya establecido Partido Civil, fundado por Manuel Pardo en 1871, se le sumaría el Partido Demócrata, fundado por Piérola en 1884, y el partido Constitucional fundado por Andrés Avelino Cáceres en el mismo año. Estos hechos lo narra Juan Orrego de la siguiente manera:
«El 17 de marzo de 1895, los revolucionarios empezaron a entrar a Lima por la calle Malambito. Piérola lo hizo por el barrio de Cocharcas y Durand por el de Santa Ana, en lo que ahora llamamos los Barrios Altos. Finalmente en la Plazuela del Teatro (frente al actual Teatro Segura) los pierolistas establecieron su cuartel general. La lucha fue sangrienta para controlar la Plaza de Armas y asaltar Palacio de Gobierno. Incluso tuvo que intervenir el Nuncio Apostólico, es decir el representante del Vaticano, para lograr que se enterraran los cientos de cadáveres que se encontraban en las polvorientas calles de la capital.» (Orrego 2010)
El armisticio
Al amanecer del 19 de marzo, más de 1.000 cadáveres yacían insepultos en las calles y no menos de 2.000 heridos en los hospitales. El fuerte calor veraniego empezó a descomponer los cadáveres, lo que amenazaba con desatar una epidemia. Se reunió entonces el cuerpo diplomático y bajo la presidencia del nuncio apostólico, monseñor José Macchi, se consiguió una tregua de 24 horas entre los combatientes para sepultar a los muertos y atender a los heridos. Técnicamente hablando, las fuerzas montoneras de Piérola no habían conseguido la victoria, pues el ejército de Cáceres permanecía prácticamente intacto; sin embargo el ambiente público era a favor de los revolucionarios y así lo entendieron los caceristas.
Prorrogado el armisticio, se firmó un acuerdo entre Luis Felipe Villarán (representante de Cáceres) y Enrique Bustamante y Salazar (representante de Piérola), bajo la mediación del Cuerpo Diplomático, acordándose el establecimiento de una Junta de Gobierno presidida por el civilista Manuel Candamo, y con dos representantes de Cáceres y dos de Piérola. La misión de esta Junta sería convocar a elecciones, mientras que los dos ejércitos se retiraban de la capital. El general Cáceres, luego de renunciar al gobierno, partió rumbo al extranjero. La revolución había triunfado.
Consecuencias de la guerra
El 8 de abril de 1895 Pedro Alejandrino del Solar reconoció a la Junta de Gobierno y renunció al derecho que algunos le atribuían para asumir la presidencia, en su calidad de primer vicepresidente del gobierno de Morales Bermúdez. El 14 de abril la Junta de Gobierno convocó a elecciones presidenciales. La Coalición Nacional, manteniendo la alianza, lanzó la candidatura de Piérola, quien sin contendor resultó electo con abrumadora mayoría. Hasta entonces, las elecciones se hacían por el sistema indirecto de los Colegios Electorales: de los 4.310 electores, 4.150 votaron por Piérola.
Nicolás de Piérola fue ungido como Presidente de la República el 8 de septiembre de 1895. Hizo una gestión notable, constituyéndose en el verdadero artífice de la Reconstrucción Nacional iniciada tras la catastrófica Guerra del Pacífico. Inauguró a la vez un periodo de estabilidad política conocida luego como la República Aristocrática, que se prolongaría durante las dos primeras décadas del siglo XX. Demostrando talante de estadista, Piérola convocó a los más capaces para ocupar funciones en el gobierno, sin tener en cuenta antecedentes partidarios; respetó escrupulosamente la Constitución; fortaleció las instituciones públicas e impulsó el desarrollo integral del país.