Guerra grancolombo-peruana
La Guerra grancolombo-peruana (1828-1829) fue un conflicto armado que enfrentó a la Gran Colombia conformada por los actuales países Colombia, Venezuela, Panamá y Ecuador contra la República del Perú, ambos países sostenían una controversia limítrofe por el dominio de las provincias de Jaén de Bracamoros y Mainas, reclamadas por la Gran Colombia según la Ley de División Territorial de la República de Colombia y que el Perú consideraba como parte de su territorio, así como la ciudad de Tumbes, por la Real Cédula de 1802. Culminó en un resultado beneficioso para Perú, país que a la actualidad conserva la totalidad de los territorios que se disputaron.
Resumen
El origen de la guerra grancolombo-peruana
El origen de esta disputa hay que buscarla en la tensión surgida entre los gobiernos de ambos países, no bien consolidadas sus respectivas independencias: el gobierno de tendencia liberal del Perú y el gobierno conservador colombiano, representado por el Libertador Bolívar. El Perú, tras liberarse del régimen bolivariano o vitalicio, ayudó a Bolivia a liberarse del mismo régimen, invadiendo territorio boliviano, lo que enfureció a Bolívar. A ello se sumó una controversia limítrofe: la Gran Colombia reclamaba el dominio de las provincias de Tumbes, Jaén y Maynas (estas dos últimas teóricamente por Ley de División Territorial de la República de Colombia), provincias todas que el Perú consideraba como parte de su territorio, siguiendo el principio de la libre determinación de los pueblos, fundamentalmente. El Perú reclamaba a la vez a la Gran Colombia la provincia de Guayaquil. La guerra se dividió en dos campañas, la marítima y la terrestre. La campaña marítima resultó favorable al Perú, que ocupó el puerto de Guayaquil, mientras que la campaña terrestre fue favorable a los grancolombianos, siendo el encuentro más relevante la Batalla del Portete de Tarqui. Culminó la guerra con la firma del Tratado Larrea-Gual o Tratado de Guayaquil, por el que se mantuvo la situación territorial previa al estallido de la guerra, quedando como base de referencia la antigua frontera virreinal para un posterior trazado de límites más preciso.
Causas
- Ambiciones hegemónicas de Bolívar
- Pretensiones territoriales bolivarianas sobre Tumbes, Jaén y Maynas.
- Intervención de Gamarra en Bolivia.
Antecedentes
Consumada la independencia del Perú en 1824, el Libertador Simón Bolívar se mantuvo como Dictador del Perú y decretó algunas medidas que contrariaron indistintamente a diversos sectores de la sociedad peruana. Dentro de las principales medidas impuestas caben resaltarse las siguientes:
- Restauró la esclavitud negra.
- Reinstaló el impuesto a los indios, bajo el nombre de «contribución de indígenas».
- Frustró la instalación del Congreso del Perú.
- Impuso la Constitución Vitalicia.
- Desterró y apresó a los opositores liberales.
- Permitió el fusilamiento de Juan de Berindoaga, aristócrata limeño, acusado injustamente de traidor.
- Reconoció la independencia del Alto Perú, bautizada como «República de Bolívar», y finalmente, «República de Bolivia».
Debido a ello, los elementos nacionalistas y liberales de Lima se alzaron, hasta acabar con el régimen bolivariano o vitalicio a inicios de 1827, lo que a la postre enrarecería las relaciones entre las dos nacientes repúblicas, la Gran Colombia y el Perú. El nuevo gobierno peruano también fomentó el fin del régimen bolivariano en Bolivia, que presidía el mariscal Antonio José de Sucre (1828), y Bolívar, enfurecido con las élites peruanas, alentó entre sus conciudadanos la animadversión hacia el Perú. La ira de Bolívar se comprende, pues veía desmoronarse su proyecto federativo de los Andes, sumado al hecho de que se hallaba acosado por rebeliones y disidencias dentro de la misma Gran Colombia, que anunciaban la inminente disolución de esta entidad geopolítica.
Existían también desacuerdos concretos en cuanto a cuestiones fronterizas entre los dos países. La Gran Colombia reclamaba los territorios de Tumbes, Jaén (actualmente en Cajamarca) y Maynas (entendiéndose por Maynas el territorio conformado por los actuales departamentos peruanos de Loreto y Amazonas), todos ellos pertenecientes al Perú, de acuerdo al principio de la libre determinación de los pueblos y al uti possidetis de 1810, fórmula jurídica que implicaba tomar como punto de partida el territorio tradicionalmente ocupado por cada país al año 1810 (en el caso específico de Maynas). Por su parte, el Perú reclamaba Guayaquil, territorio que consideraba injustamente arrebatado por Bolívar en 1822.
Había además otros asuntos entre ambos países, no menos importantes. La Gran Colombia reclamaba al Perú al pago la deuda de la campaña emancipadora, ya que la intervención del ejército gran colombiano para liquidar la guerra independentista en suelo peruano fue pactado a cambio de un sustancioso pago que se comprometió a saldar el gobierno del Perú. Otro asunto muy espinoso era el de los «reemplazos», es decir, la compensación que debía hacer el Perú a las tropas colombianas por las bajas sufridas por estas durante la guerra independentista peruana, lo que implicaba desarraigar a ciudadanos peruanos y expatriarlos a la Gran Colombia, exigencia desorbitada e inhumana, habida cuenta que ya había finalizado dicha guerra.
Las tensiones entre el Perú y la Gran Colombia se vieron alimentadas por la prensa de Lima y Bogotá, que, haciendo uso de un lenguaje agresivo, estimularon la discordia entre ambos países. Se llegó a la expulsión del cónsul colombiano Cristóbal Armero, acusado por el Perú de intervenir en asuntos políticos internos, y en todo el país se organizaron actos indignantes contra Bolívar y Sucre. Mientras que en Bogotá, el gobierno colombiano no quiso recibir al diplomático peruano, José Villa, a quien se le extendieron sus pasaportes, enviándolo de vuelta al Perú. En respuesta, el 17 de mayo de 1828, el Congreso de la República del Perú autorizó al presidente José de La Mar a tomar las medidas militares del caso.
Inicio
El 3 de julio de 1828, la Gran Colombia, por intermedio del mismo Libertador Simón Bolívar, declaró la guerra al Perú, alegando que éste país había fomentado en Bolivia la rebelión en contra de las fuerzas colombianas y contra Sucre. Además, exigía el pago de 7´595,747 pesos, como deuda por la guerra de la emancipación, y la entrega de los territorios peruanos de Tumbes, Jaén y Maynas a la Gran Colombia.
El presidente La Mar movilizó el ejército y marina peruanas contra la Gran Colombia. La marina peruana bloqueó la costa pacífica grancolombiana y asedió el puerto de Guayaquil; por su parte el ejército peruano ocupó la provincia de Loja, departamento del Azuay, en el sur grancolombiano (actual Ecuador). Otra división del ejército peruano a órdenes del mariscal Agustín Gamarra (proveniente del sur del Perú) marchó al teatro de operaciones con el propósito de auxiliar a La Mar. Las fuerzas peruanas sumaban en total 4.500 soldados.
De otro lado, Bolívar no pudo ir en persona al teatro de operaciones debido a la rebelión de los generales José María Obando y José Hilario López, por lo que ordenó al mariscal Antonio José de Sucre que organizara la defensa del Sur de Colombia. Sucre, que hacia poco había sido presidente de Bolivia, organizó un ejército con veteranos de la Independencia, entre los que se contaba el general Juan José Flores (futuro presidente del Ecuador). Las fuerzas colombianas sumaban en total 4.600 efectivos.
Campaña naval
La escuadra peruana al mando del vicealmirante Martin Jorge Guise inició la campaña marítima dominando el mar, su flota compuesta por dos fragatas, una corbeta, un bergantín y dos goletas a las que se sumaban además ocho lanchas cañoneras resultó victoriosa en los combates de Malpelo y Las Cruces para luego atacar el puerto artillado de Guayaquil, defendido por dos goletas, varias lanchas cañoneras y las baterías de tierra, el ingreso al puerto había sido cerrado por una línea de cadenas.
El 23 de noviembre la flota peruana cañoneó las defensas grancolombianas, silenciando las baterías y destrozando las lanchas. Finalizado el combate a las 9 de la noche, Guise ordenó el retiro de la flota peruana a su fondeadero en Cruces pues la rendición de Guayaquil era solo cuestión de tiempo. Pero por desgracia para los peruanos la fragata Presidente donde se encontraba Guisse encalló en uno de los bajos de la ría, permaneciendo en esa situación durante diez horas esperando que la corriente la pusiera a flote, sin embargo este lapso de tiempo no fue desaprovechado por los defensores de tierra que montaron un cañón en el puerto y dispararon contra la fragata que, por su posición, no podía contestar el fuego, cuando la corriente subió y la nave peruana se retiraba a su fondeadero uno de los último disparos hirió mortalmente a Guisse, su muerte fue muy sentida en la flota peruana ante esta inesperada situación asumió temporalmente el mando de la escuadra, el segundo jefe José Boterín, quien llevó adelante el ataque y apagó completamente los fuegos de tierra.
Una vez eliminadas las defensas costeras de Guayaquil el bloqueo continuó, la guarnición gran colombiana se retiró a unirse con el ejército de Sucre y se iniciaron negociaciones para la capitulación de la plaza la misma que se firmó a bordo de la goleta Arequipeña el 19 de enero de 1829.
Las tropas peruanas ocuparon Guayaquil el 1 de febrero de 1829 al mando del capitán Casimiro Negrón.
En los días siguientes el nuevo jefe la escuadra peruana Hipólito Bouchard despachó a Panamá dos barcos, la goleta Arequipeña y el bergantín Congreso al mando del teniente primero José Boterín con la finalidad de capturar a la goleta de guerra colombiana Tipuani, en el viaje fue apresada la goleta Francisca el 7 de abril de 1829, los buques peruanos arribaron a Panamá, donde sin encontrar resistencia capturaron a la goleta Jhon Cato que arribó presa al Callao el 7 de julio del mismo año la Tipuani sin embargo no fue encontrada. El 18 de mayo, durante un accidente, se incendió la fragata Presidente, que fue la única perdida material de la escuadra peruana durante la guerra.
Campaña terrestre
El avance peruano
La Mar avanzó sobre territorio grancolombiano en noviembre de 1828. Estando todavía en Tambo Grande, ordenó al coronel Pedro Raulet que avanzara sobre territorio enemigo, al frente de dos compañías de infantería y un escuadrón de caballería. Raulet ocupó el pueblo de Saraguro y con refuerzos que trajo el coronel Francisco de Vidal, avanzó más al norte, hasta Oña. En todos esos lugares, los peruanos fueron recibidos con muestras de júbilo por parte de los lugareños. Era evidente que La Mar contaba con partidarios en esa región.
A fines de diciembre de 1828, La Mar trasladó su cuartel a Loja, donde se le unieron las fuerzas traídas por el general Gamarra. El objetivo fundamental de La Mar era la ocupación de Cuenca, que era su lugar de nacimiento, con lo que al parecer se proponía acabar con el cuestionamiento a su nacionalidad (sus enemigos políticos en el Perú lo consideraban «extranjero»). El 13 de enero de 1829 volvió a destacar al coronel Raulet con una avanzada hacia el norte.
Negociaciones de paz
Al momento de producirse la invasión peruana del sur de la Gran Colombia, Sucre se hallaba en Nabón. El mariscal venezolano, cumpliendo las instrucciones de Bolívar, invitó a La Mar a negociar la paz. El presidente peruano aceptó la propuesta, mediante nota enviada el 2 de febrero de 1829. Las bases para la negociación, redactadas por el general Daniel Florencio O’Leary, fueron consideradas inaceptables por La Mar, quien propuso condiciones, como por ejemplo, la repatriación de los soldados peruanos que habían sido enrolados en el ejército colombiano tras la batalla de Ayacucho, y que la provincia de Guayaquil quedara en el estado que se hallaba antes de ser incorporada a la Gran Colombia, es decir, en el contexto de poder decidir libremente su destino. Sucre rechazó de plano estas propuestas, fracasando así las negociaciones. Sin embargo, los colombianos lograron su verdadero propósito, que era ganar tiempo.
Sorpresa de Saraguro
El 7 de febrero de 1829, el coronel Raulet atacó sorpresivamente a Cuenca, derrotando a la guarnición de 400 hombres que la defendía. El día 10 de febrero, Raulet ocupó la ciudad, pero luego se retiró para unirse nuevamente al resto del ejército.
La Mar, al frente del grueso de su ejército, inició un movimiento en gran escala sobre Cuenca, pero cometió el error de dejar en Saraguro el parque de artillería, es decir, el material bélico y los abastecimientos, bajo el cuidado de una reducida retaguardia. Sucre, actuando con su característica habilidad, en la madrugada del 13 de febrero de 1829 sorprendió a los pocos soldados peruanos que vigilaban Saraguro, apoderándose del parque bélico. El pueblo de Saraguro fue incendiado por su lugarteniente Luis Urdaneta, como represalia por haber mostrado simpatías hacia los peruanos.
Batalla del Portete de Tarqui
Tras la sorpresa de Saraguro, el mismo Sucre, al frente del grueso de su ejército, acorraló y derrotó a una división de vanguardia del ejército peruano, que estaba al mando del general José Manuel Plaza, división que se hallaba aislada del grueso del ejército peruano y carente de municiones. Ello ocurrió en el lugar denominado Portete de Tarqui, cerca de Cuenca (27 de febrero de 1829). Pese a que poco después acudieron en auxilio de los peruanos las fuerzas al mando de La Mar y Gamarra, estas no pudieron restablecer la batalla y optaron por retirarse, tomando posiciones defensivas.
Es necesario remarcar que en la Batalla del Portete de Tarqui fue solamente derrotada una avanzada de las tropas peruanas, que constaba de unos 1.000 efectivos, que se vio cercada por la totalidad del ejército grancolombiano, de más de 4.500 hombres. El grueso de las fuerzas peruanas se mantuvo intacto y se puso a la defensiva.
El escuadrón de caballería Cedeño, seguido por otros cuerpos, intentó cargar contra las posiciones peruanas, pero fue rechazado por los Húsares del Perú, uno de cuyos comandantes era el coronel Domingo Nieto. En este contexto se produjo el célebre combate singular entre el venezolano José María Camacaro (jefe del Cedeño) y el peruano Nieto, en el que éste último resultó triunfante. Los grancolombianos se vieron también obligados a aferrarse a sus posiciones. Cada ejército quedó pues dueño de su terreno y esperaban que al día siguiente se reiniciara la lucha y se librara la batalla definitiva, lo que no ocurrió, pues ambas partes decidieron negociar para poner fin a la guerra.
La batalla de Tarqui ha adquirido en Ecuador el carácter de epopeya nacional y se ha consagrado el 27 de febrero como el Día del Ejército Ecuatoriano. Por su parte, los peruanos recuerdan el valor desplegado por sus soldados en Tarqui, que en número reducido (en una proporción de 1 a 4) resistieron vigorosamente el ataque masivo de todo el ejército grancolombiano hasta sucumbir gloriosamente.
Razones del fracaso peruano
Pese a las victorias iniciales conseguidas, la campaña militar peruana por tierra se convirtió en un fracaso, debido a errores de estrategia cometidos por sus mandos. La historiografía peruana atribuye estas a las siguientes razones:
Las tropas del general La Mar, cuando se encontraron en el territorio del actual Ecuador, se dispersaron en diversas poblaciones.
La demora de Gamarra de llegar al teatro de operaciones para prestar el apoyo respectivo. Gamarra, al mando del ejército del Sur que poco antes había librado una victoriosa campaña en Bolivia, salió de Puno en septiembre de 1828, y llegó a Loja en enero de 1829. Para algunos analistas, detrás de los reveses peruanos estuvo la mano oculta y traicionera de Gamarra, quien buscaba, no la derrota de los grancolombianos, sino la caída de La Mar, para reemplazarlo en el poder, sobreponiendo sus intereses subalternos a los de su patria. Gamarra contaba con dos aliados: el general Antonio Gutiérrez de la Fuente, que estaba en Arequipa con un ejército y con orden de marchar a la frontera grancolombiana, pero que jamás llegó al teatro de operaciones; y el general Andrés de Santa Cruz, que se hallaba entonces como Embajador en Chile y poco después pasó a ocupar la Presidencia en Bolivia.
La excesiva confianza de los oficiales peruanos en derrotar a las tropas de la Gran Colombia, dejándose entusiasmar por los iniciales triunfos, lo que explica que el mariscal Sucre lograra sorprender por retaguardia al ejército peruano en Saraguro y derrotara a su vanguardia en el Portete de Tarqui.
Convenio de Girón
La batalla final no se libró, pues La Mar, viendo que su situación era insostenible (se le agotaban sus municiones así como no podía maniobrar en ese territorio, muy accidentado), aceptó negociar con el adversario. Fue así como al día siguiente de la batalla de Tarqui, el 28 de febrero, se firmó el Convenio de Girón, algunos de cuyos puntos fueron los siguientes:
- Retroceso de los ejércitos de ambos países en la zona limitada como frontera.
- La salida inmediata del ejército peruano de territorio de la Gran Colombia, es decir, de Guayaquil y Loja. Este punto es de resaltar, pues los grancolombianos reconocían implícitamente como peruanas a las provincias de Tumbes, Jaén y Maynas, al no reclamarlas como territorio colombiano.
- El nombramiento de comisiones que estudiarían y evaluarían los problemas de límites y deudas entre los dos países.
Reclamos de La Mar a Sucre
Pero sucedió entonces que Sucre, al redactar el parte de guerra y el decreto de premios expedido para los vencedores de Tarqui, tuvo expresiones que fueron consideradas falsas y ofensivas por los peruanos. Mandó, por ejemplo, que en el campo de combate se erigiera una columna en la que se debía leer en letras de oro lo siguiente:
«El ejército peruano de ocho mil soldados que invadió la tierra de sus libertadores fue vencido por cuatro mil bravos de Colombia el veinte y siete de febrero de mil ochocientos veinte y nueve».
La Mar protestó en carta que dirigió a Sucre. Aclaró que el ejército peruano solo sumaba cuatro mil quinientos hombres y no ocho mil; que en Tarqui fue derrotada nada más que la vanguardia peruana, la cual no ascendía o llegaba apenas a mil hombres; que en vano el ejército peruano esperó el ataque final del ejército grancolombiano, luego que los Húsares del Perú rechazaran la carga de caballería del prestigioso batallón colombiano Cedeño. También señaló la valiosa y decisiva contribución peruana en las batallas de Junín y Ayacucho, como respuesta al reproche de que el Perú se mostraba desagradecido ante sus «libertadores». De otro lado, los oficiales grancolombianos fusilaron a muchos prisioneros peruanos, y enrolaron a la fuerza a otro grupo de cautivos. No escatimaron también en hacer demostraciones innecesarias de triunfalismo, como la decapitación del cadáver de Pedro Raulet, uno de los oficiales caídos en Tarqui, cuya cabeza fue clavada en una pica y paseada por las calles de Cuenca. Por todo ello, La Mar decidió suspender el Convenio de Girón hasta que se retiraran los agravios y se corrigieran los excesos. Bolívar minimizó estos reclamos, calificándolas burlonamente de «quejas de vieja».
Golpe de estado contra La Mar
José de La Mar se retiró con sus fuerzas a Piura para reorganizar su ejército, dispuesto a continuar la guerra. Pero fue entonces cuando un grupo de oficiales peruanos lo apresaron en Piura, en la noche del 7 de junio de 1829 y le entregaron una carta de Gamarra, a través de la cual éste le pedía su renuncia a la presidencia. La Mar se negó a hacerlo, y de inmediato fue trasladado al puerto de Paita, donde en la madrugada del día 9 lo embarcaron junto con el coronel Pedro Pablo Bermúdez y seis esclavos negros, en una miserable goleta llamada «Las Mercedes», con destino a Costa Rica, donde falleció tiempo después. Las razones que arguyó Gamarra para dar el golpe de estado fueron el hecho de ser La Mar un «extranjero» en el Perú (lo cual era falso, pues La Mar era peruano tanto por voluntad propia como de acuerdo a ley) y que su elección por el Congreso había nacido de un arreglo tramado por Luna Pizarro (lo cual es discutible).
Fin de la guerra
La guerra grancolombo-peruana culmina luego que Gamarra firma el Armisticio de Piura y el definitivo Tratado de Paz firmado en Guayaquil el 21 de septiembre de 1829, denominado «LARREA – GUAL». Por este Tratado, Colombia renunciaba a sus pretensiones sobre las provincias peruanas de Tumbes, Jaén y Maynas, en tanto que el Perú renunciaba para siempre a sus legítimos derechos sobre el puerto litoral de Guayaquil.